Hoy en día es interesante e indispensable la información en nuestros días y por supuesto en nuestras vidas porque sirve en la toma de decisiones que, cotidianamente, hacemos uso de ella para orientar nuestro presente y futuro. Ahora bien, las preguntas serían, ¿hasta que tanto la información tiene una calidad y ética en su contenido? ¿A quienes realmente sirve la información? ¿Existe como prioridad la responsabilidad social en los medios de comunicación? ¿Sirve los medios de comunicación a la democracia? Estas y entre otras preguntas, responde en su análisis el investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM: Raúl Trejo Delarbre.
Delarbre hace una crítica constructiva en su libro “Poderes Salvajes – Mediocracia Sin Contrapesos” sobre la influencia de los medios de comunicación y la preponderancia sobre los órganos y los espacios; institucionales y públicos del quehacer político que enviste una alta gama de intereses míticos llevadas por las altas clases de la dominación social.
Raúl Trejo hace una reflexión conjunta y enfatiza a Julio Verne como máximo exponente de las novelas de ciencia ficción y estudioso de la ciencia y tecnología que profetizó, a manera particular, los fenómenos que atrajo la creación del poder mediático encausado como un recurso necesario para el desarrollo de las sociedades pero mitigado por la oscuridad de sus intenciones.
Julio Verne, dice el autor, no sólo anticipó los viajes a la luna y según se sabe ahora la invención de la Internet, sino también el utilitarismo de la sociedad que nos dejo el siglo XX. Utilitarismo que prioriza el desarrollo de la tecnología y modifica los nuevos patrones de la esencia de la comunicación con nuevos mecanismos “comunicadores” que hacen más eficaz la intención de los objetivos por los medios comunicadores.
Y es que hoy en día los artefactos que esgrimen a la comunicación, sirven, desde mi perspectiva, a dos funciones; por un lado agilizan el proceso comunicativo, recortan distancias y disminuyen tiempos como lo dice Jonh B. Thompson[1], por el otro, sirven para envestir, embaucar, escandalizar y por supuesto espectacularizar acciones de o con actores populares, públicos o políticos que si bien o no, corresponden a la vida pública y política de nuestros tiempos. Este fenómeno, mejor conocido como la MEDIOCRACIA hace énfasis al poder de envestir y construir escenarios para conseguir, mantener y acrecentar el poder político que gobierna, con atroz o sin ella, pero consigue mantener un control en su practica y cohesión en sus resultados.
La mediocracia es el primer poder político hoy en día y sirve a grandes capitalistas, monopolistas o elites gobernantes, políticos marionetas o superficiales y políticos que se mantienen atrás del telón, que estratégicamente logran llegar “al corazón de las masas” a través de acciones demagógicas y productos mercadológicos producidos nada más y nada menos por los medios de comunicación (no interesa calidad ni sentido ético) para mantenerlas en la borregada y hacerlos simplemente consumistas dentro del mundo moderno.
Ahora bien, en la democracia, los medios tienen un posicionamiento de legitimación social porque, se dice, son los instrumentos por el cuál se genera opinión pública, y según Giovanni Sartori en una democracia un gobierno se fundamenta por consenso y consentimiento de sus ciudadanos. Sin embargo una crítica más realista la hace el escritor y periodista Pablo Antillano cuando dice que:
En la democracia, la justicia la imparten los jueces y los tribunales, en la mediocracia, son los medios los que absuelven y condenan. En la democracia, la verdad surge de los hechos y el análisis; en la mediocracia, la verdad la tiene el que muestre más videos. En la justicia de la democracia, el acusado tiene derecho a un defensor y es inocente hasta que se pruebe lo contrario; en la mediocracia, la imagen es acusadora, prueba y verdugo, y la condena es irreparable e inapelable[2]
Ahora la pregunta que me viene a la mente, es:
¿En que mundo vivimos?
De la utopía visionaria a la realidad controvertible, moldeada en gran parte por la comunicación de masas, “Poderes Salvajes. Mediocracia sin contrapesos.” El autor nos dice en la necesidad de mirar a los medios sin prejuicios, pero sin complacencia.
[1] Jonh B. Thompson, en una parte de su libro “Ideología y Sociedades Modernas” menciona: En todas las sociedades, los seres humanos se dedican a la producción e intercambio de información y contenido simbólico. Desde las más tempranas formas de gestualidad y uso de lenguaje hasta los desarrollos más recientes de la tecnología informática, la producción, almacenamiento y circulación de información y contenido simbólico ha constituido una característica central de la vida social. Sin embargo, con la proliferación de las instituciones mediáticas desde finales del siglo XV hasta el día de hoy, los procesos de producción, almacenamiento y circulación han estado transformándose en varios sentidos.
[2] Pablo Antillano: La mediocracia. El nacional de Caracas, 19 de mayo.
Delarbre hace una crítica constructiva en su libro “Poderes Salvajes – Mediocracia Sin Contrapesos” sobre la influencia de los medios de comunicación y la preponderancia sobre los órganos y los espacios; institucionales y públicos del quehacer político que enviste una alta gama de intereses míticos llevadas por las altas clases de la dominación social.
Raúl Trejo hace una reflexión conjunta y enfatiza a Julio Verne como máximo exponente de las novelas de ciencia ficción y estudioso de la ciencia y tecnología que profetizó, a manera particular, los fenómenos que atrajo la creación del poder mediático encausado como un recurso necesario para el desarrollo de las sociedades pero mitigado por la oscuridad de sus intenciones.
Julio Verne, dice el autor, no sólo anticipó los viajes a la luna y según se sabe ahora la invención de la Internet, sino también el utilitarismo de la sociedad que nos dejo el siglo XX. Utilitarismo que prioriza el desarrollo de la tecnología y modifica los nuevos patrones de la esencia de la comunicación con nuevos mecanismos “comunicadores” que hacen más eficaz la intención de los objetivos por los medios comunicadores.
Y es que hoy en día los artefactos que esgrimen a la comunicación, sirven, desde mi perspectiva, a dos funciones; por un lado agilizan el proceso comunicativo, recortan distancias y disminuyen tiempos como lo dice Jonh B. Thompson[1], por el otro, sirven para envestir, embaucar, escandalizar y por supuesto espectacularizar acciones de o con actores populares, públicos o políticos que si bien o no, corresponden a la vida pública y política de nuestros tiempos. Este fenómeno, mejor conocido como la MEDIOCRACIA hace énfasis al poder de envestir y construir escenarios para conseguir, mantener y acrecentar el poder político que gobierna, con atroz o sin ella, pero consigue mantener un control en su practica y cohesión en sus resultados.
La mediocracia es el primer poder político hoy en día y sirve a grandes capitalistas, monopolistas o elites gobernantes, políticos marionetas o superficiales y políticos que se mantienen atrás del telón, que estratégicamente logran llegar “al corazón de las masas” a través de acciones demagógicas y productos mercadológicos producidos nada más y nada menos por los medios de comunicación (no interesa calidad ni sentido ético) para mantenerlas en la borregada y hacerlos simplemente consumistas dentro del mundo moderno.
Ahora bien, en la democracia, los medios tienen un posicionamiento de legitimación social porque, se dice, son los instrumentos por el cuál se genera opinión pública, y según Giovanni Sartori en una democracia un gobierno se fundamenta por consenso y consentimiento de sus ciudadanos. Sin embargo una crítica más realista la hace el escritor y periodista Pablo Antillano cuando dice que:
En la democracia, la justicia la imparten los jueces y los tribunales, en la mediocracia, son los medios los que absuelven y condenan. En la democracia, la verdad surge de los hechos y el análisis; en la mediocracia, la verdad la tiene el que muestre más videos. En la justicia de la democracia, el acusado tiene derecho a un defensor y es inocente hasta que se pruebe lo contrario; en la mediocracia, la imagen es acusadora, prueba y verdugo, y la condena es irreparable e inapelable[2]
Ahora la pregunta que me viene a la mente, es:
¿En que mundo vivimos?
De la utopía visionaria a la realidad controvertible, moldeada en gran parte por la comunicación de masas, “Poderes Salvajes. Mediocracia sin contrapesos.” El autor nos dice en la necesidad de mirar a los medios sin prejuicios, pero sin complacencia.
[1] Jonh B. Thompson, en una parte de su libro “Ideología y Sociedades Modernas” menciona: En todas las sociedades, los seres humanos se dedican a la producción e intercambio de información y contenido simbólico. Desde las más tempranas formas de gestualidad y uso de lenguaje hasta los desarrollos más recientes de la tecnología informática, la producción, almacenamiento y circulación de información y contenido simbólico ha constituido una característica central de la vida social. Sin embargo, con la proliferación de las instituciones mediáticas desde finales del siglo XV hasta el día de hoy, los procesos de producción, almacenamiento y circulación han estado transformándose en varios sentidos.
[2] Pablo Antillano: La mediocracia. El nacional de Caracas, 19 de mayo.